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Mostrando entradas de noviembre 4, 2018

La cita

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Como cada tarde, el hombre gris llegó y se sentó en el mismo banco.  Desde allí miró el reloj de la estación de trenes.   Era un reloj grande, marrón, de agujas negras y tristes, rectas; el paso del tiempo le había desdibujado los números, por lo que era difícil imaginar cómo habían sido. Desde donde estaba sentado no escuchaba el “tic-tac”, solo veía el segundero que avanzaba siempre al mismo ritmo, marcando el paso de cada segundo, sin parar jamás; de un modo tedioso y desesperante. “Tic-tac, tic-tac” A medida que los minutos desfilaban, el andén iba cambiando su fisonomía.  Había llegado casi sobre la hora indicada; aun así, ese último minuto parecía eterno y terriblemente dinámico.  Siempre ocurría del mismo modo.  Como en un eterno déjà vu , en ese horario la emoción envolvía su piel; sus ojos recorrían el andén mientras espiaban el movimiento de la fina aguja que dejaba atrás esos últimos segundos y el “tic-tac” lejano le resonaba en la mente, al ritmo acelerado de s