Las escondidas
El juego consistía en esconderse. Alguien contaba hasta cien y los demás se ocultaban en algún un lugar para permanecer allí mientras eran buscados. Y el objetivo era llegar a “picar” antes de ser descubiertos…
Ella escuchó la llave ingresando en la cerradura del departamento húmedo de llanto. Y buscó desesperada un lugar donde esconderse. Sabía que él encontraría un motivo, como siempre, para descargar contra ella las propias frustraciones.
Baño, cocina y un único ambiente conformaban la geografía de ese micro mundo en el cual habitaban. No había muchos lugares donde meterse y decidió salir al pequeño balcón donde estaba el lavarropas.
Lo escuchó entrar y llamarla. Los pasos de él recorrieron veloces el lugar y se oían cada vez más apurados. Ansiosos. Violentos.
El corazón de ella latía muy rápido e intentaba contener la respiración para no ser descubierta.
Uno, dos, tres, cuatro…
Contaba los segundos, esperando llegar a cien y que ser descubierta resultase un juego de niños.
Treinta y ocho, treinta y nueve…
Él gritaba. Golpeaba los pocos muebles que desnudaban los ambientes.
Ochenta y siete, ochenta y ocho…
Ella temblaba. Como cada vez que él llegaba tarde, se sentía aterrorizada por lo que iba a suceder. Ella, como tantas, sabía que no había vuelta atrás. Ya no tenía fuerzas para luchar y él no iba a cambiar.
Noventa y dos, noventa y tres…
La puerta corrediza del balconcito se abrió de golpe. Ella no lo escuchó. En su mente solo habitaba su propio conteo.
Noventa y nueve… cien.
Mientras caía hacia la vereda, solo esperaba escuchar a su amiga “picar” para todos los compañeros…
relato seleccionado para el Blog literario "El Narratorio"
ANTOLOGÍA LITERARIA DIGITAL NRO. 24 FEBRER0 2018
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