El ruido


Eran las cuatro cuando Rosa se sentó a escribir frente a la computadora. Hacía tiempo que no lo hacía. Por diversos motivos, esta actividad que tanto le gustaba, había quedado en el olvido. Que no estaba tranquila. Que no se sentía bien. Que la inspiración había volado lejos. Concretamente, ni una sola idea surgía de su mente, en otros tiempos creativa hasta el exceso. Por todo esto, retomar se estaba haciendo difícil. Aunque no imposible.
De repente se preguntó acerca de qué escribir. ¿Sería un cuento? ¿Un poema? ¿Un relato? Nada. 

Mente en blanco. 

Mente en blanco, 
derivada de un océano de flores que brillan al sol. 

Mente en blanco. 
Vertiente interceptada por miles de mariposas coloridas. 
Mente en blanco. 
Poema de seis versos que no sabe adónde va… 


—No, no es esto lo que quiero —se dijo en silencio—, necesito un tema… un tema acerca del cual escribir un cuento…

En estas cavilaciones se encontraba cuando sintió un sonido fuerte que venía del techo. Abandonó el teclado y aquellos pensamientos grises, para salir por la puerta trasera de la casa a observar qué podría haberlo causado. Miró hacia la azotea. Hasta donde podía ver, nada raro ocurría. No había gatos ni aves, lo habitual en esos casos. Entonces volvió a ingresar a la casa para salir, esta vez, por la puerta del frente. Nuevamente llevó la mirada hacia arriba, esperando encontrar algo de ese lado de la edificación. Nada. Se preguntaba qué habría ocasionado el sonido grave, como si algo se hubiera arrastrado sobre las tejas o sobre las chapas del techo del garage. Con esos pensamientos revoloteando en la mente, regresó y se sentó frente a la notebook.
Se olvidó de inmediato del ruido. Miró a su alrededor. Buscaba un disparador para encender la mecha de la imaginación, de la creatividad que tantas veces la había sorprendido, porque sabía dónde comenzaba, pero jamás dónde finalizaría. La mirada se hundió en el agua de la piscina. 

El reflejo de la copa desnuda se movía en una danza inquietante.
Ahora muestra un trozo de azul, ahora el oscuro madero.
El ave surca el cielo en el momento justo y aquello que era movimiento se torna estático.
La fotografía robó a la vida ese instante. Tan simple. Tan pleno.


—¡Pero qué cosa la mente! —pensaba Rosa, molesta—. Siempre me lleva a describir lo que observo cuando solo quiero volar…

De nuevo el ruido la sacó de ese estado de introspección. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Cómo podía oír un sonido tan fuerte y no encontrar qué lo estaba ocasionando?
Volvió a salir al parque trasero. Y esta vez vio algo que no había notado antes.
Una chapa del techo de la cochera estaba más levantada que otras.

—¿Se habrá escondido un gato allí o algún pájaro estará haciendo un nido? —se preguntó mientras buscaba la escalera.

La apoyó contra la pared y comenzó a subir. A medida que ascendía, el corazón le latía más fuerte. Algo la inquietaba. Aquel ruido había llegado a asustarla y temía encontrar un gato lastimado. Un escalón. Dos escalones. Tres escalones. Al cuarto escalón pudo asomar la cabeza y ver un poco de cerca la situación. Cinco escalones. Seis escalones. Trepó al techo y desde allí parecía no haber nada debajo de la chapa. Se acercó lentamente y con cuidado. Resbalar significaría caer desde muy alto.
Cuando estuvo sobre la chapa en cuestión vio que estaba suelta. Intentó levantarla para observar qué había debajo. El fuerte sonido la aturdió de repente haciéndola retroceder aterrada al ver esos ojos amarillos que la miraban, amenazantes. No contó los pasos. Nadie hubiera podido hacerlo en esas circunstancias. Calculó mal y cayó de espaldas, al pie de la escalera.
Cuando abrió los ojos estaba en el mismo lugar. Inmóvil y dolorida. Asustada. Sola. No tenía el celular a mano para llamar a la emergencia médica. Solo pudo articular un sordo pedido de auxilio que nadie escuchó. Entonces, vio que esos ojos siniestros la miraban desde arriba del techo. El ruido sonó esta vez más fuerte, como un grito de guerra, mientras el felino desconocido saltaba sobre la pobre Rosa, cuyo corazón dejó de latir justo un segundo antes del zarpazo… 

publicado en "Mujeres 3, Obras colectivas" - Ediciones Croupier - 2016 - pág 39

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Cuento sólido y atrapante. Me gustó mucho Adri.
Unknown ha dicho que…
No soy unknown..soy Ale Amaya.Besos Adrito...no dejes nunca de escribir cuentos.
Adriana Salinardi ha dicho que…
¡Gracias Alita! Me encanta saber lo que otras personas sienten al leer mis cuentos. ¡Besos!

Entradas populares de este blog

Cambio de perspectiva

Fotografía - Serie Mujeres

La demolición

La cita

Búsqueda

Las escondidas